¿Hay penas para el robo?

by Katie

SHAFAQNA – Para estos casos rige como marco de situación para comprender el contexto cultural, es­piritual y moral en que se desenvuelve la sociedad islámica. Cuan­do hablamos de Dios, tal como el Islam lo presenta, estamos hablan­do de un ser esencialmente Misericordiosísimo y Sapientísimo, por lo tanto sus leyes están inspiradas en este espíritu.

Los profetas han venido a rescatar a la humanidad de la tiranía de los poderosos y sus sistemas opresivos donde se alientan todo tipo de pecados y transgresiones que terminan ahogando la vida de los pueblos y atrayendo todo tipo de desgracias.

Pero veamos que dice la Sharia sobre el robo. Al igual como lo vimos sobre el caso del adulterio la pena que se aplica en estos casos tiene muchas condiciones. La primera es que la sociedad islámica esté bien constituida, con una autoridad legítima de modo que no se creen las condiciones -de injusticia- para que algunos sean arrastra­dos a este mal.

Una sociedad islámica bien constituida no desatiende las necesi­dades de sus miembros de modo que estos caigan en desgracia y ten­gan que salir a robar para satisfacer sus necesidades básicas. Además, si este fuese el caso, es decir, que el supuesto ladrón robase para cu­brir sus necesidades básicas o las de su familia no tienen una pena se­vera en la legislación islámica e incluso puede quedar totalmente so­breseído dependiendo de la situación que debe evaluar el juez.

En la sociedad islámica no está permitido el monopolio, la gran concentración de dinero, la usura, el juego por dinero, la propiedad de tierras que sin excusa no son explotadas durante un mínimo de tres años. No pueden privatizar­se los bienes vitales para una sociedad, como las fuentes de energía, gas, petróleo, electricidad, minerales, bosques, montañas, mares, transportes en su totalidad, etc. El estado es responsable de la aten­ción social de sus miembros que contribuyen con el pago de im­puestos.

También aquí es necesaria la presencia de testigos o debe mediar una confesión por parte del ladrón en dos momentos distintos. En definitiva cuando todas estas condiciones se dan, por ejemplo una determinada suma significativa, que el robo sea en forma voluntaria, la consumación del hecho, la violación de la propiedad, el hacerlo en forma oculta, etc., entonces recién se considera la pena a recibir.

Incluso hay una última instancia a favor del ladrón y es el perdón que puede obtener de sus víctimas traspuestas todas estas barreras culturales, sociales y mediando los testigos, puede entonces, pesar sobre él la famosa sentencia del corte de algunos dedos de la mano derecha. Seguramente alguien crea que esto es muy duro, y lo es, pero lo cierto es que en una sociedad bien constituida en la que la distribu­ción del dinero es justa y no existan ladrones de guante blanco -que siempre han sido los más peligrosos y los más impunes-,no quedan excusas para robar y si alguien lo hace sobrepasando todos los lími­tes en su favor, pues entonces es merecedor de una pena semejante y esto servirá de lección para toda la sociedad. No tendrán que estar años en las cárceles degradantes costeados por la sociedad y casti­gada su familia por su ausencia.

Cuanto más cruel resulta la debilidad con los delincuentes que deja abierta la puerta para que se cometan todo tipo de crímenes y abusos tanto más crueles para la sociedad. Me refiero fundamental­mente a los grandes delincuentes, a los señores de costosos trajes y “buen” nombre que roban cantidades mucho más significativas que el de­lincuente común, por ejemplo los grandes usureros y poderoso, la manipulación de las leyes a su favor y el soborno a jueces y funcionarios de turno.

Más allá del desvío que han sufrido por lo general los países islámicos, hoy todavía los efectos del espíritu de la educación islámica perduran en las sociedades musulmanas, donde uno puede cami­nar con seguridad por sus calles sin temor a ser asaltados, aún en altas horas de la noche. Yo recuerdo en la República Islámica a los cambiadores de plata en las calles con sus fajos de billetes de distin­ta nacionalidad operando en plena calle con total seguridad de que nadie los molestaría. También me llamó la atención la gente que sale de los bancos con mucho dinero a la vista de todos y camina tran­quilamente por la calle sin esconderlo.

En las tiendas del mercado,todos los que hayan ido a los países islámicos habrán podido apreciar que a la hora de la oración los comerciantes dejan sus negocios y se van a rezar sin cortinas ni can­dados. Esto lo he visto incluso con joyerías que quedan muy expues­tas porque los robos son algo muy ajeno al imaginario colectivo. Otro fenómeno que me llamó la atención y todavía a pesar de la influen­cia occidental se conserva en muchos lugares, es que si alguien se olvida un bolso en algún lugar o en un taxi la oportunidad de recu­perarlo es muy elevada. Esto se debe a que la Sharia (legislación islámica) también tiene disposiciones para quien encuentra algo perdido en la calle y determina cual es la responsabilidad ante ello. Cuantas desgracias e infortunios se evitan en una sociedad don­de el robo es algo muy extraño y se puede vivir con más confianza.

Hay un dicho profético que dice que si la gente supiese los bene­ficios de vivir honradamente nadie robaría. Cuanta energía dilapidan nuestras modernas sociedades en seguridad que podrían emplearse con fines mucho más beneficiosos cuantasdesconfianzas entre los seres humanos, cuantos sufrimientos y desgracias se padecen.

Sheij Abdulkarim Paz

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