El Pacto del Profeta Muhammad con los Cristianos: Nada tendrán que temer ni se afligirán

by Katie

SHAFAQNA – (Presentado en la Iglesia San Lucas en Renton, Washington, EE. UU. el sábado 9 de diciembre de 2017)

En el Nombre de Dios, el Creador y Sustentador del Universo, el Señor de Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad. Alabado sea Dios el Señor de los Mundos y la paz sea con todos los profetas, mensajeros y amigos de Dios.

 

Les doy la bienvenida a este encuentro centrado en “El Logro de una Mejor Comprensión del Otro”. Vengo en paz y busco la paz con la esperanza de construir puentes de entendimiento entre los musulmanes y la Gente del Libro por el bien de este planeta y la humanidad.

 

Quiero agradecer a la hermana Zahra Abidi, Director Ejecutivo de “Raíces de los Enfrentamientos”, por la organización de este importante evento. El Islam, el verdadero Islam, tiene una larga tradición de mujeres de peso: mujeres dotadas de una gran espiritualidad, capacidad de trabajo por el bien común e influencia política. Entre ellas encontramos a Asiyah, la esposa del Faraón (Ramsés II); María, la Madre de Jesús; Jadiya, la sostenedora de Muhammad; Fátima, la esposa del Imam ‘Ali y la madre de los Imames; Zaynab, la hermana del Imam Husein, el Señor de los Mártires; Hamida, la esposa del Imam Ja’far al-Sadiq y Nargis, la madre del Imam al-Mahdi, el Salvador de la Humanidad, quien junto con Jesús terminarán con la corrupción y explotación en el mundo y establecerán un gobierno mundial de paz y justicia. Por lo tanto, elogio a la hermana Zahra por su iniciativa y su llamamiento a la comunidad musulmana en general y a la shiita en particular, para que apoyen sus esfuerzos. No es cierto que solo los eruditos pueden conducir sino que son quienes deberían hacerlo. Algunos estudiosos deberían enfocarse en dirigir las oraciones.

 

También quiero agradecer a nuestros amigos y aliados de la iglesia de San Lucas y de la Catedral de San Marcos por dar acogida a este evento. Y al Sheikh Noor-uddin, respetado erudito, por compartir el podio conmigo esta noche. Dios mediante, nos proporcionará algunas ideas importantes sobre el origen y desarrollo temprano del Islam. Por la gracia de Dios, doy inicio a la conferencia.

 

“Nada tendrán que temer ni se afligirán” (2:62). Tales son las palabras del Corán. Tales son las palabras que fueron reveladas al Profeta Muhammad por el Arcángel Gabriel ―la paz y las bendiciones sean con ellos―. Tal es la actitud del Islam ―el Islam verdadero― hacia la Gente del Libro. Pondré lo manifestado del versículo mencionado en un contexto más amplio, citándolo completo:

 

Los creyentes, los judíos, los cristianos, los sabeos, quienes crean en Dios y en el Último Día y obren bien, esos tendrán su recompensa junto a su Señor. Nada tendrán que temer ni se afligirán (2:62).  

 

La cita coránica es clara. Establece que todos los monoteístas que hacen buenas obras alcanzarán en última instancia la salvación: nada tienen que temer. Aclara Dios Todopoderoso en el Corán:

 

…. A cada uno os hemos dado una norma y una vía. Dios, si hubiera querido, habría hecho de vosotros una sola comunidad, pero quería probaros en lo que os dio. (Los ha hecho como son). ¡Rivalizad en buenas obras! Todos volveréis a Dios. Ya os informará Él de aquello en que discrepabais (5:48).

 

Nosotros, los creyentes en Dios Uno, seamos judíos, samaritanos, cristianos, musulmanes, sabeos, zoroastrianos, brahmanes o monoteístas miembros de las naciones originarias, tenemos diferencias teológicas. Algo importante, pero no dramaticemos y superémoslas. Dios Todopoderoso (o Él si lo prefieren) manifiesta explícitamente que se opone a la uniformidad. El Creador propugna la unidad en la diversidad. Antes que pelear por mezquinas diferencias religiosas, Dios nos reta a “rivalizar en buenas obras” (5:48). Dios Todopoderoso explica una vez más:

 

¡Hombres! [pido disculpa por la traducción centrada en el género]… ¡Oh humanidad! Os hemos creado de un varón y de una hembra y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que conozcáis unos a otros. Para Dios, el más noble de entre vosotros es el que más Le teme. Dios es omnisciente, está bien informado (49:13).

 

Las diferencias nos enriquecen en tanto que la homogeneidad o semejanza nos llega a aburrir. Seguramente a eso se debe que Dios Todopoderoso nos pide que lleguemos a acuerdos enriquecedores a partir, precisamente, de las diferencias:

 

Di: “Creemos en Dios  y en lo que se nos ha revelado, en lo que se ha revelado a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y sus descendientes. En lo que Moisés, Jesús y los profetas han recibido de su Señor. No hacemos distinción entre ninguno de ellos y nos sometemos a Él (3:84).

 

En otras palabras, Dios nos pide buscar un fundamento común con la Gente del Libro:

 

Di: “¡Gente del Libro! Convengamos en una fórmula aceptable a nosotros y a vosotros, según la cual no serviremos sino a Dios, no Le asociaremos nada y no tomaremos a nadie de entre nosotros como Señor fuera de Dios”… (3:64)

 

Aunque hay poco en común entre monoteístas, politeístas y ateos en materia teológica, hay áreas de acuerdo en lo que hace a la ética y a la moral. Por lo tanto, Dios anima a los musulmanes a adoptar una actitud tolerante hacia quienes no comparten sus creencias. Dice Dios Todopoderoso en el Corán: “Vosotros tenéis vuestra religión y yo la mía” (109:6).

 

En cuanto al Islam se refiere, nadie tiene el monopolio de la verdad. Debemos respetar los elementos de verdad en las diferentes tradiciones religiosas. ¿No dijo acaso el Profeta a los musulmanes: “Viajen, porque aunque no obtengan riquezas sin duda obtendrán sabiduría” (Makarim al-Akhlaq). En otras palabras, debemos tener amplitud mental y aprender de los demás.

 

Todas las personas, crean o no, son seres humanos. Dijo el Imam ‘Ali, sucesor del Profeta (la paz sea con ellos): “Hay dos clases de personas. Tus hermanas en la fe y tus iguales en humanidad”. Nuestras religiones pueden unirnos o no. Pero nuestra humanidad puede y debe llevarnos a estar juntos. La misericordia y la tolerancia del Islam se extiende incluso a los agnósticos y ateos. Dijo el nieto del Profeta Imam Husein ―la paz y las bendiciones sean con ambos― el día de Ashura: “Si no tienes una religión por lo menos sé libre y ten amplitud mental mientras vivas”.

 

Ya sé que a algunos esto les puede sonar muy romántico. Seguramente ustedes están en una posición de marcado contraste con lo que “enseña” el ISIS. Sí, el contraste es el mismo que hay entre el día y la noche, entre lo blanco y lo negro, entre el bien y el mal. Es el mismo tenor de discrepancia que saltaría si se llegase a decir que Cristo apoyaría la esclavitud, la segregación, al Ku Klux Klan, al colonialismo, al imperialismo y al globalismo. Es decir, de la misma manera que hay entidades demoníacas que utilizaron el judaísmo y el cristianismo con fines políticos pervirtiendo sus enseñanzas para convertirlas en herramientas de opresión y explotación, otras fuerzas diabólicas hicieron lo mismo con el Islam.

 

Por favor, permítanme en este punto una breve síntesis de la historia del Islam. Los enemigos del Profeta Muhammad ―que se le opusieron y combatieron salvajemente mientras vivía― usurparon la autoridad espiritual y política de sus sucesores y convirtieron al Islam en una dinastía imperial. Los Omeyas y los Abasidas persiguieron despiadadamente a los inocentes descendientes del Profeta ―la paz y las bendiciones sean con él―, masacrándolos. Tales enemigos no solo asesinaron a la descendencia del Profeta ―la paz y las bendiciones sean con él― sino que en ese proceso destruyeron el Islam desde adentro. Se mezcló la verdad con la falsedad pero, como dice Dios Todopoderoso en el Corán, “La buena dirección se distingue claramente del descarrío” (2:256). Hablemos entonces un poco sobre los Pactos del Profeta ―la paz y las bendiciones sean sobre él― y veamos lo que enseña el verdadero Islam, es decir, el Islam de Muhammad.

 

Según el Corán, el Profeta ―la paz y las bendiciones sean con él― consultaba con la comunidad en Medina. Se reunía con los líderes tribales y de la fe. Deliberaba con ellos. Luego, bajo su liderazgo pero en colaboración con los no musulmanes, creó y promulgó el Pacto de Medina, la primera Constitución en la historia de la humanidad que declara que todos son iguales como ciudadanos, independientemente de la religión, tribu, raza, género o clase social a la que se pertenezca. El Pacto de Medina proclama: “Son una comunidad [ummah]”…. las condiciones deben ser justas y equitativas para todos”. Judíos, musulmanes, politeístas, es decir, todos, tenían que contribuir igualmente a la defensa de la Ummah.

 

Las derechos religiosos de la Gente del Libro estaban protegidos: “Judíos y musulmanes tienen, cada uno, su religión”. La Constitución declara: “Al judío que nos acompaña le corresponde la ayuda y el trato igualitario” y “No será perjudicado ni se ayudará a sus enemigos”. Incluso los musulmanes estaban obligados a proteger y defender a los aliados de los judíos: “Los amigos cercanos de los judíos son como ellos mismos”. A los enemigos de la Ummah, es decir, los paganos de Quraish, que perseguían a los musulmanes y no musulmanes que secundaron al Profeta, no debía dárseles ningún tipo de protección. Todos los miembros de la comunidad “están obligados a hacer la paz y mantenerla”. Y en el caso de que fuesen atacados por enemigos de unos y otros, era necesario que se uniesen en la defensa de la comunidad.

 

El Pacto de Medina estableció el estado de derecho en un pueblo sin ley: “Si surge cualquier diferencia….. debe ser referida a Allah y a Muhammad”. Las enseñanzas de la Torah, el Evangelio y el Corán, se convirtieron en la ley de la tierra, rigiendo sus respectivas comunidades. El Profeta iba a supervisar su aplicación imparcial. Él era el árbitro final.

 

La palabra del Profeta Muhammad continuó propagándose a las cuatro esquinas del mundo. Una delegación de monjes del Monasterio de Santa Catalina visitó al Profeta en Medina en el segundo año de la Hégira y le recordaron su promesa de protección. Allí, en su mezquita en Medina, el Profeta ―la paz y las bendiciones sean con él― dictó a ‘Ali el ‘ahd al-nabi, el ‘ahd nabawi, el ashtinameh (el Pacto del Profeta Muhammad con los Monjes del Monte Sinaí), los cuales garantizaban la libertad de religión, la protección de los establecimientos religiosos, la exención de impuestos a los sacerdotes, monjes y monjas y la prohibición de las conversiones forzadas.

 

El Mensajero de Allah ―lo bendiga Allah y le conceda paz― proporcionó la misma protección a la Gente del Libro en todo el Gran Oriente Medio. Protegió a los cristianos de Najran, Aylah, Egipto, Siria, Persia, Armenia y el mundo. Protegió a los samaritanos en Palestina. Protegió a los judíos de Yemen y Maqnah. También protegió a los zoroastrianos.

 

Resulta indiscutible que la documentación que hace a los Pactos del Profeta Muhammad con la Gente del Libro es auténtica. Los Pactos se transmitieron permanentemente desde el siglo VII hasta la actualidad. Centenares de autoridades académicas han concluido que son genuinos. Más aún, fueron tratados como auténticos y con carácter de ley por Abu Bakr, Omar, ‘Uthman, ‘Ali, los fatimíes, los ayyubíes, los otomanos, los safávidas, etc. ¿Qué dicen estos documentos? Puesto que son muy largos, veamos lo esencial de ellos por medio de citas claves, en consideración de la claridad y la síntesis.

 

El Tratado de Najran, que aparece en el Tafsir de Muqatil ibn Sulayman al-Balkhi († 767 C.), en el Kitab al-kharaj de Abu Yusuf (738-798 C.), en el Kitab al-Siyar de Muhammad ibn al-Hasan al-Shaybani († 805 C.), en el Ṭabaqat de Ibn Sa‘d (845 C.) y en el Kitab al-Amwal de Ibn Zanjawayh († 865 C.), dice: “No se permite remover a un obispo de su obispado, a un monje de su vida monástica o a un sacerdote de su vocación sacerdotal”.

 

El Pacto del Profeta Muhammad con los cristianos de Najran, cuyo original se encontró en la Casa del Saber en 878/879 C. y se lo conoce enChronicle of Seert en el siglo IX, dice:

 

No se permite remover a un obispo de su obispado, a un monje de su vida monástica o a un anacoreta de su vocación de ermitaño. Tampoco está permitido destruir cualquier parte de sus iglesias, tomar parte de sus edificios para construir mezquitas o casas de musulmanes.

 

Leemos en el Tratado de Najran, citado en el Kitab Futuh al-Buldan de Baladhuri († 892 C.): “Ningún obispo será expulsado de su Obispado, ningún monje de su monasterio y ningún ermitaño de su ermita.” El Tratado de Najran registrado por Ibn Qayyim antes de 1350 C., es muy similar a la versión publicada por Ibn Sa‘d en el siglo IX. Allí dice: “ningún obispo será expulsado de su Obispado, ningún monje de su monasterio y ningún sacerdote de su vocación sacerdotal. Sus derechos se mantendrán inalterables”.

 

En el Pacto del Profeta Muhammad con los monjes del Monte Sinaí, depositado en el Tesoro Otomano en 1517 C., podemos leer:

 

Un obispo no será removido de su obispado, ni un monje de su monasterio, ni un ermitaño de su torre, ni se dificultará a un peregrino su peregrinación. Además, no será destruida ninguna iglesia o capilla, ni lo que es propiedad de las iglesias será usado para edificar mezquitas o casas para los musulmanes.

 

El Pacto del Profeta Muhammad con los Cristianos del Mundo, fechado en 1538 C., expresa:

 

No se permite sacar a un obispo de su obispado o a un cristiano de su cristiandad, a un monje de su vida monástica o a un peregrino de su peregrinación o a un ermitaño de su torre. Tampoco está permitido destruir cualquier parte de sus iglesias, tomar partes de sus edificios para construir mezquitas o las casas de los musulmanes.

El Pacto del Profeta Muhammad con los Cristianos del Mundo impreso en 1630 C. dice lo mismo:

 

No se permite sacar a un obispo de su obispado o a un cristiano de su cristiandad, a un monje de su vida monástica o a un peregrino de su peregrinación o a un ermitaño de su torre. Tampoco está permitido destruir cualquier parte de sus iglesias, tomar partes de sus edificios para construir mezquitas o las casas de los musulmanes.

Aunque por ahora no se conoce ninguna versión en árabe del Pacto del Profeta Muhammad con los Cristianos de Persia, contiene una cláusula similar:

 

No se interferirá en sus actividades de construcción; sus sacerdotes no serán molestados en el cumplimiento de sus tareas….. Sus iglesias no serán desmanteladas o destruidas ni confiscadas sus casas y mansiones para convertirlas en mezquitas o en residencias para musulmanes….

Si bien sobrevive una versión del Pacto del Profeta Muhammad con los Cristianos Asirios, aparentemente ya no se conserva la versión en árabe. No obstante, comunica los mismos elementos claves:

 

Dejen en paz todas sus posesiones, se trate de viviendas u otras propiedades, no destruyan nada de sus pertenencias….. sus iglesias quedarán como están, sus sacerdotes podrán enseñar y adorar a su manera….. Ninguna de sus iglesias será derribada o convertida en mezquita…..

 

Cada uno puede sacar sus conclusiones sin necesidad de seguir repitiendo esas expresiones. Pero la repetición tiene un objetivo didáctico. Lo hacemos ante la afirmación de algunos de que los Pactos del Profeta son falsificaciones del siglo XVI. Al demostrarse que eso era erróneo alegaron que las falsificaciones, en realidad, eran del siglo X. Pero se demostró que también eso era erróneo.

 

Siento decepcionar a esos troles islamofóbicos que se niegan a creer que del Profeta o del Islam pueda venir algo bueno. Empero, los Pactos del Profeta Muhammad circulaban en el siglo IX, en el siglo VIII e incluso en el siglo VII. Son lo que en el estudio de los hadices llamamos mutawatir, es decir, algo transmitido por tantas personas y durante tanto tiempo ―desde el siglo VII al XXI― que cae por su propio peso que no se trata de algo falso.

 

El Profeta Muhammad ―la paz y las bendiciones sean con él― nunca dijo: “Sigan el Corán y solo el Corán”. Lo que dijo es que nos aferremos al Corán y a Ahl al-Bayt [lo expresa, entre otros, Abu al-Husein Muslim en su Sahih, refiriéndose al hadiz de Az-Zaqalain (Los Dos Tesoros)]. Nos dijo que sigamos su Sunna (enseñanzas y dichos) transmitidas e interpretadas por sus representantes autorizados: los Imames de Ahl al-Bayt y sus fieles seguidores.

 

Un texto no tiene vida propia. Es inerte. Cobra vida cuando se lo lee e interpreta. El Corán, por sí mismo y en manos de malhechores, puede convertirse en un instrumento del mal. Basta observar la manera en que el ISIS interpreta el Corán. Lo convierte en una escritura satánica, de la misma manera en que los supremacistas blancos convierten a la Biblia en el trabajo de Belcebú.

 

Al-Sharif Ahmad ibn Muhammad Sa’d al-Hasani al-Idrisi al-Azhari ―fundador del Instituto Ihsan y graduado distinguido de la Universidad al-Azhar― ha dicho que los Pactos del Profeta “sirven para aclarar el verdadero significado de los versículos coránicos”. La yakfi al-Qur’an (el Corán no es suficiente). Debemos seguir el Corán y al Profeta. Debemos seguir el Corán y la Sunna. Debemos seguir la verdadera tradición, transmitida por los Imames de Ahl al-Bayt ―la paz sea con ellos―. ¿Y quién transmitió los Pactos del Profeta? Nada menos que el Imam ‘Ali. Si nosotros, como musulmanes, nos aferráramos al Corán y a los Pactos del Profeta ―la paz y las bendiciones sean sobre él y su descendencia purificada― nunca nos extraviaremos.

 

El Islam, el verdadero, el tradicional, el que impulsó la civilización, el que equilibra la justicia con la misericordia, el que crea una sociedad tolerante, pluralista, gobernada por el imperio de la ley, facilita la igualdad y la equidad para todos sus ciudadanos independientemente del origen étnico, filiación tribal, género, clase social o situación económica. El Corán, la Sunna, la Sharía, la Constitución de Medina, los Pactos del Profeta, los Imames, los califas, los sultanes y algunos otros, brindan los derechos humanos y civiles fundamentales y universales. El Islam del Profeta y el Islam de los Imames ―la paz y las bendiciones sean con todos ellos― proporciona seguridad y protección para los musulmanes y no musulmanes. Dios Todopoderoso dispone en el glorioso Corán: “Nada tendrán que temer ni se afligirán” (2:62).

 

El Dr. John Andrew Morrow (Imam Ilyas Islam) es un orgulloso miembro de la Nación Métis, uno de los tres pueblos indígenas reconocidos por el gobierno canadiense. Abrazó el Islam a los 16 años de edad luego de estudiarlo seriamente durante cierto tiempo. Lleva más de treinta años analizando las ciencias islámicas y recorrió el mundo en búsqueda de conocimiento. Entre sus maestros se cuentan académicos tradicionales del Islam de diferentes escuelas de jurisprudencia y caminos espirituales. Asimismo, académicos occidentales. Se doctoró en la Universidad de Toronto a la edad de 29 años y alcanzó el rango de profesor titular a la edad de 43 años. Se retiró de ese trabajo en 2016 para dedicar todo su tiempo a la investigación y el culto. Lleva escritos cientos de artículos académicos y más de treinta libros académicos, el más influyente de los cuales es Pactos del Profeta Muhammad con los Cristianos del Mundo (2013). También es el director de redacción de Islam y la Gente del Libro, una enciclopedia de tres tomos sobre los Pactos Muhamadianos que cuenta con estudios críticos de más de veinte de los principales eruditos musulmanes y las traducciones de los Pactos del Profeta en más de una docena de idiomas. La Sociedad Islámica de América del Norte (ISNA) confirió al Dr. Morrow en 2016 el premio de liderazgo interreligioso y en 2017 la Cámara de Representantes de EEUU le otorgó un Certificado de Reconocimiento Especial. Además de ser un académico galardonado, escritor y activista, dicta conferencias en distintas partes del mundo y asesora a líderes mundiales.

Por: Dr. John Andrew Morrow

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