El Islam defiende la justicia

by Katie

SHAFAQNA – De acuerdo con la visión islámica, todo el mundo es una realidad basada en la equidad y la justicia. Los cielos y la tierra han sido edificados sobre esta misma base. Todas las cosas en el mundo están calculadas y planeadas.

“Y elevó (Dios) el firmamento y estableció la balanza de justicia”. (55:7)
“Hemos enviado nuestros mensajeros con las evidencias; les acom­pañamos con el Libro (la Revelación) y la balanza para que los hombres observen la justicia, e hicimos descender (manifestamos) el hierro, que encierra gran poder para la guerra y beneficios para el hombre y para que Dios se cerciore de quién lo secunda íntimamente a El y a Sus Mensajeros; porque Dios es Fortísimo, Poderoso.” (57:25)
Todas las cosas en el cosmos avanzan hacia su meta. No hay nada desordenado y casual.
Desde el orden encontrado en una célula y el interior de un átomo, al preciso sistema corporal de un ser viviente o el maravilloso equili­brio en que se mueven los planetas del sistema solar como así también de las galaxias y las maravillosas leyes que gobiernan todo el mundo —las cuales son descubiertas y puestas en uso por la ciencia— indican que existe un sistema y organización calculada.
En base a lo que ha dicho el Imam ‘Alí [1], con él sea la Paz, la justi­cia significa poner todas las cosas en su lugar. En contraste, la injusticia significa poner las cosas fuera de su debido lugar.
Cualquier desviación de las normas y relaciones generales que go­biernan el mundo, causarán confusión y desorden y problematizarán el equilibrio mantenido por las consistentes leyes naturales. Todas las cosas tienen que moverse en su propia órbita y avanzar hacia su evo­lución.
Equilibrio y orden son las leyes inevitables que gobiernan la natu­raleza. Los fenómenos naturales no son libres de elegir el tipo de mutua relación que deben tener o si deben o no mantener un equilibrio. Inclu­so la reacción producida por algún tipo de problema en la naturaleza está pensado para restaurar el equilibrio y remover los obstáculos en el camino de la evolución. Esta reacción también sigue un curso inevi­table ya prescripto. En realidad, cualquier disturbio en el orden natu­ral tiene su método y procedimiento especial propio cuando el orden en su más amplio sentido es alterado, produciendo la propia naturaleza los correctivos desde su interior o exterior.
La penetración de los gérmenes o el virus de una enfermedad en el cuerpo humano puede causar infecciones y dolores, pero la reacción causada por los glóbulos blancos o la medicina suministrada combate a los gérmenes y virus y finalmente restaura la salud y el equilibrio general del cuerpo. Este es un ejemplo de la ley compulsiva del combate al mal.
JUSTICIA DEL ORDEN O JUSTICIA ORDENADA
En tanto ejerce su voluntad, se le requiere particularmente al ser humano que sea justo. De todos los factores que gobiernan las acciones de los hombres, el de su voluntad y su facultad de elegir juegan el papel básico, y su comparación con el papel de otros factores y normas compulsivas ha dado lugar a uno de las más grandes cuestionamientos filosóficos que, no es erróneo decirlo, se refiere a una de las ideas más viejas e importantes del ser humano. Lo que resulta interesante es que los puntos de vista que uno tiene en este tema tiene un efecto directo sobre sus esfuerzos, sus acciones y su desempeño en lo que hace al mejoramiento propio y de la sociedad.
La cuestión de la predestinación y el libre albedrío hizo surgir una gran controversia entre los musulmanes, al igual que entre otras personas y escuelas, y dio lugar a un gran debate filosófico y meta­físico.
Algunas personas en vista de esos versículos coránicos que decla­ran que el honor y el deshonor, la guía y el extravío están en manos de Dios, han llegado a la conclusión de que el hombre carece de vo­luntad y es como una herramienta en manos del Creador, careciendo totalmente de libre albedrío. Sobre esta teoría fundamentaron otro principio: aseguran que su creencia es la Unicidad de Dios y Su Autoridad absoluta les exige creer que todos los fenómenos del mundo, incluyendo las obras y conducta de los hombres, caen dentro de la esfera de Su Voluntad exclusivamente, no existiendo ninguna otra voluntad además de la Suya. Cualquier cosa que haga cualquier otro indepen-dientemente es contradictorio con la concentración de la Voluntad en la persona de Dios.
Este punto de vista fue promovido por los gobiernos oportunis­tas (en la comunidad islámica) del momento, porque detenía toda crítica a sus acciones. El pueblo no podía levantar su voz contra los gobernantes, incluso cuando veían la abundancia de riqueza, pompa y exhibicionismo de la corte mientras ellos se encontraban en una manifiesta pobreza y miseria porque se les hizo creer que todas las cosas estaban en la mano de Dios, quien daba poder y riqueza a quien El quería y adjudicaba miseria y humillación a quien El deseaba. El pueblo tenía que cargar con toda la injusticia e iniquidad, porque esa era “la voluntad de Dios”.
Esta posición fue similar a la que prevaleció en el Imperio Sasá­nida, cuando la gente común tenía que vivir con privaciones de todo tipo porque no le era posible pasarse de una clase a otra. Por lo tanto tenían que soportar la miseria de su clase mientras las clases elevadas llevaban una vida lujosa. Análogamente, entre los hindúes, los into­cables sufrieron trabas legales y sociales extremas. No podían ni si­quiera soñar en desprenderse de su despreciable posición.
En el Islam no hay cuestionamiento de clases, grupos sociales o raciales ni grados tribales. Todos han sido creados iguales e indepen­dientemente de su parentesco, están en un mismo nivel.
Pero por medio del planteo de que el destino de la gente y su condición social están predestinados, a lo que daban una interpreta­ción especial, los gobernantes de aquellos días podían silenciar al pueblo y ahogar su voz. A esto se debe que la doctrina Ash‘arita [2], que tendía a la predestinación absoluta, se volvió virtualmente la doc­trina oficial. Los mu‘tazilitas que creían en un tipo de libre albedrío perdieron el favor de la corte y fueron sometidos a presiones y amenazas.
Otro grupo de musulmanes, en vista de esos versículos del Corán que indican que el hombre es un ser libre, llegaron a creer que éste tiene una voluntad total y por lo tanto decide su destino. Esta gente citaba el advenimiento de los profetas y sus promesas y advertencias, como así también las cuestiones de responsabilidad legal, la vida futura, la existencia del Paraíso y del Infierno (como recompensa), etc., como una prueba de la autenticidad de su doctrina.
Plantearon que en caso de que las obras del ser humano fueran consideradas el obrar de Dios, entonces los pecados, las atrocidades y la corrupción también deberían ser considerados actos divinos, pero sabemos que Dios está exento de cualquier mal. Para contrarrestar este argumento los Ash‘aritas plantearon su doctrina de “tanzih” por la que explicaban que siendo Dios libre de todo defecto no podía atribuirse a El ningún mal.
DOCTRINA DE JUSTICIA
    Esta (la de la Justicia divina) es la real doctrina de la escuela shiíta, basada en los puntos de vista mesurados del Islam.
Ha dicho el Imam Ya‘far As-Sadiq [3] (P.): “No hay predestinación absoluta ni arbitrio humano absoluto. La verdad yace entre los dos extremos.”
Para comprender esta visión completamente, debería prestarse una cuidadosa atención a los siguientes puntos:
1. —Nosotros creemos en la Unidad de Dios en todas sus dimen­siones y reconocemos Su absoluta autoridad. Todas las cosas en el mundo están sujetas a Su Voluntad. Su dominio incluye todos los cielos y la tierra.
2. —Su orden en la forma de normas establecidas gobierna a la naturaleza y al hombre, como así también todas las causas, factores y relaciones naturales del mundo.
3. —La conducta del hombre es un fenómeno provocado por mu­chos factores, incluyendo la voluntad, que también es una norma esta­ blecida por Dios En otras palabras, es voluntad de Dios que el hombre tome sus propias decisiones.
Como el libre albedrío del hombre también es resultado del orden establecido por Dios, por lo tanto solamente El es el Señor Soberano de todo el universo, incluido el ser humano.
4. —Es evidente que el libre albedrío del hombre no equivale a una libertad absoluta. Tiene muchas limitaciones: naturales, del medio ambiente, hereditarias, innatas, etc. Por lo tanto el hombre no goza de una discreción absoluta, especialmente en consideración a lo que sigue.
5. —La existencia de la revelación y del mensaje divino, las leyes religiosas y los mandamientos, y finalmente la creencia en el Más Allá y la recompensa práctica, le significan limitaciones. Las restricciones doctrinales y legales afectan la libre elección del hombre.
6. —Es el propio hombre quien por un mal uso de su posibilidad de opción ocasiona la existencia de los males y vicios. Cualquier injus­ticia y corrupción existente en la sociedad es el resultado de las propias acciones humanas y no producto de la voluntad o deseo de Dios, por­ que El está lejos del vicio y del mal.
Se puede preguntar, ¿por qué Dios creó personas que cometen perjuicios o hacen daño? ¿No hubiese sido mejor que crease solamente a quienes no cometan ningún error, siendo solamente buenos y vir­tuosos?
La respuesta es que si El hubiese creado gente así, la misma no hu­biera tenido voluntad ni autoridad. El hombre es un ser libre. A veces hace lo que es bueno y a veces hace lo que es malo. Algunas personas se encaminan correctamente y otras se extravían. Esta es la caracterís­tica de la libertad. Por lo tanto la cuestión debería ser planteada así: ¿Era mejor crear al hombre como un ser sin voluntad ni elección propia o crearlo como un ser libre que tiene la facultad de elegir y decidir, como lo es en la práctica? La respuesta es obvia. Es mejor ser libre y conciente.
Elegida esta respuesta también hay que aceptar sus consecuencias, es decir, un mundo donde se mezclan la virtud con el vicio, la justicia con la injusticia, la verdad con la falsedad, la libertad con el sojuzgamiento, los conflictos y los choques, como así también un ser dispues­to a jugar un rol conciente en todo ello.
7. —Pero aquí surge una cuestión. Dice el Corán:
“Dl: ¡Dueño del Dominio! Tú das el dominio a quien quieres y se lo retiras a quien quieres, exaltas a quien quieres y humillas a quien quieres. En Tu mano está el bien.” (3:26)
También dice el Corán:
“Eres Tú quien guía correctamente y eres Tú quien conduce al extravío.”
El Corán menciona muchos versículos similares. Pero si la gente es libre y dueña de su destino, ¿cómo es que el honor y el deshonor no se encuentra en sus manos?
La respuesta es que todos los fenómenos del mundo siguen cier­tas normas y reglas. Esas normas también han sido estructuradas y es­tablecidas por Dios.
El honor y el deshonor, la riqueza y la pobreza, el éxito y el fra­caso, el correcto encaminarse y el descarriarse, la vida y la muerte, el poder y la falta del mismo, así como todas las demás cosas, son fenómenos, y como tales no pueden ser casuales o accidentales. Todos ellos están gobernados por ciertas leyes, normas y reglas. Ningún indi­viduo o pueblo es exaltado sin que haya alguna razón para ello. El progreso económico no se produce sin la existencia de causas. La de­rrota en un enfrentamiento o la victoria en el mismo tienen alguna razón. Como se dijo antes, estas normas y reglas deben ser descubiertas y se debe seguir la dirección correcta usando apropiadamente el cono­cimiento de las mismas.
Sin duda es Dios quien exalta, pero El exalta a quienes saben como mejorar su posición y se esfuerzan para eso. Dios capacitó a los musul­manes para conquistar la Meca y les concedió la victoria. Pero eso suce­dió solamente el año 8 después de la Hégira (la emigración del Profeta a Medina), luego de un largo combate durante años con derramamiento de sangre, período en el que los musulmanes soportaron muchas tribu­laciones, emplearon todas sus fuerzas y tomaron todo tipo de medidas apropiadas. En otras palabras, utilizaron todas las leyes de la naturaleza y normas necesarias para ganar una victoria, hasta que ella fue conce­dida por Dios.
Sin duda que es Dios quien produce las espigas de trigo. Pero sin embargo el trigo crece solamente en la granja del cultivador dedicado, quien toma todas las medidas necesarias para su crecimiento y protec­ción de las pestes.
LA JUSTICIA Y EL MAS ALLA
Particularmente la Justicia divina se revelará en el Más Allá. Jus­ticia en la retribución y la recompensa, justicia en la clasificación de las obras, el rango y la categoría de los hombres, la manifestación de sus cualidades y caracteres y todo lo que se deduce del Corán respecto al más allá, es decir, todas las cosas que muestran que la justicia tiene una relación especial con el más allá.
Las obras del hombre son el producto de su propia voluntad libre, y él es tenido como responsable de ellas y de su futuro bueno o malo. Se espera que el hombre conozca el valor de su obras y sus efectos ne­gativos o positivos a través de la prédica de los Profetas y de sus propias facultades intelectuales e intuición. Como tal, cuando el hombre realiza una obra conciente e intencio­nalmente y hace un esfuerzo por dar una dirección correcta o errónea a sus cualidades innatas, o hacer algo que beneficia o daña a él o a la sociedad, la justicia total demanda que él debe recibir una recompensa proporcional por sus obras, debe obtener una categoría que este exacta­mente de acuerdo a su acción de modo que no resulte perjudicado (ver Corán 46:19). Debe ser compensado completamente por cualquier esfuerzo que haya hecho (ver Corán 3:25) y un registro completo de sus acciones y obras debe ser conservado para que, incluso aunque las olvide, no se pierdan.
Dice el Corán:
“El día que Dios resucite a todos, ya les informará de lo que hi­cieron. Dios lo habrá tenido en cuenta, mientras que ellos lo habrán olvidado.” (58:6)
    Este registro incluye incluso la mínima cosa realizada bajo cual­quier circunstancia y de cualquier manera.
El Corán, en el curso de la exhortación de Luqmán a su hijo, dice:
“¡Hijito! Aunque se trate de algo del peso de un grano de mosta­za y esté escondido en una roca, en los cielos o en la tierra, Dios lo sa­cará a la luz. Porque Dios es Sutil, está bien informado.” (31: 17)
Hay tal proporción y armonía entre una obra y su recompensa que se puede decir que todas las obras se presentarán solas en la otra vida.
“El día que cada uno se encuentre frente al bien y al mal que haya hecho…” (3:30)
Cada uno es responsable de sus propias obras, no algún otro, que no jugó ningún papel en su realización.
“Nadie cargará con la carga ajena…” (35:18)
“Quien obra bien lo hace en su propio provecho, y quien obra mal, lo hace en detrimento propio…” (41 :46)
En esa corte de justicia, la posición familiar, la influencia social, a riqueza o cualquier partido o grupo no servirán de nada.
“El día (del Juicio en) que no tendrán valor hacienda ni hijos varones.” (26:88)
“No tendrán los impíos amigo ferviente ni intercesor que sea es­cuchado.” (40:18)
“¡Creyentes! Dad limosna de lo que os hemos provisto (en rique­za) antes de que venga el día (del Juicio) en que no sirvan comercio, ni amistad, ni intercesión…” (2:254)
“Y cuando se toque la trompeta (resucitando y congregando a los seres para el Juicio Final), ese día no valdrá ningún parentesco…” (23:101)
En realidad en la otra vida al hombre sólo le beneficiará su fe, las buenas obras y la espiritualidad. Entonces será llamado a rendir una cuenta muy detallada y será juzgado correcta y justamente sobre la base del registro de sus obras, el cual contiene todos los detalles de todo lo que hizo. El Juez será Dios, el Justo, Omnisciente, absolu­tamente Independiente y totalmente carente de cualquier parcialidad u oportunismo. Para nada El se inclina frente a amenaza o tentación alguna. (Ver Corán 24 :24 y 36 :65)
LA OTRA VIDA
La otra vida es un mundo donde se gozará de los frutos del esfuer­zo en este mundo en una escala muy ampliada, y donde las cualidades y conducta de cada persona se volverán absolutamente transparentes.
En ese mundo los placeres y éxitos y, análogamente, las miserias y aflicciones, son puras y absolutas. En contraste, en este mundo, todas las cosas son relativas y se encuentran mezcladas.
El completo y total éxito del hombre en todas las dimensiones de su vida se presenta en el Paraíso, donde todos sus deseos, esperan­zas y aspiraciones son cumplimentadas y prospera física, espiritual, material y mentalmente. Análogamente, su fracaso en todos los cam­pos se revela por sí mismo en el Infierno…
Por: Ayatola Dr. Muhammad Husain Beheshtí y Ayatola Dr. Muhammad Yauád Bahonar

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