El Mundo Antes del Islam

by Katie

SHAFAQNA – Antes de la aparición del Islam la gente de todo el mundo vivía en una situación penosa en lo referente a creencias e ideología, tanto en la vida privada como social. Si bien todo el mundo contaba con una situación similar, sin embargo, podemos decir en forma general que las personas razonaban de manera errónea, poseían creencias extrañas, costumbres equívocas, supersticiones y mitos absurdos, así como problemas sociales y morales.

Antes de la llegada del Islam, los judíos cambiaron la religión del Profeta Moisés (P) a una doctrina seca y compacta, propagando una concepción materialista entre la gente. Por desgracia la religión católica, que también había surgido para refinar el carácter y purificar el alma de la gente de cualquier corrupción (otorgando Dios, Glorificado sea, esta tarea al Profeta Jesús -P-), sufrió a manos de la iglesia la tergiversación en la esencia de su mensaje, convirtiéndola en un comercio para la mayoría de los padres de la iglesia católica, por lo que se vieron imposibilitados de salvar y liderar a la gente desde todas las perspectivas ya que carecían de leyes completas para los sistemas sociales.

A raíz de estas situaciones fue que toda la gente del mundo se encontraba sumida en una mentalidad oscurantista, mitos, supersticiones y una serie de problemas sociales y morales.

Ardía el fuego de la corrupción y destrucción. Los mitos y supersticiones gobernaban sobre los pueblos bajo el nombre de “religión”. El dualismo y la trinidad habían sido impuestos para la gente.

Así también un gran grupo adoraba ídolos, fuego, vacas y estrellas e incluso los órganos genitales tanto del hombre como de la mujer, religión que contaba con muchos seguidores.1

Esta perversión y decadencia moral, intelectual y espiritual había provocado situaciones inadecuadas y erróneas en la sociedad humana, adueñándose del mundo los asesinatos y homicidios, la opresión e injusticia y, en realidad, la humanidad estaba al borde de un profundo abismo.

El oscurecer de Arabia y el despertar del Islam

Arabia, zona conocida por sus ardientes desiertos, en aquel tiempo no era mas que un conjunto de valles y colinas de arena, carente de agua y vegetación, donde lo único que se podía encontrar eran algunos abrojos llenos de púas.

Llamaban “vivienda” a sus chozas y moradas, las cuales asemejaban a criptas en donde se refugiaba de los fenómenos naturales un cuerpo al cual le llamaban “hombre”, y satisfacía su hambre con dátiles y aguas fétidas.

Las guerras entre las tribus eran la base principal de la disciplina social entre la gente de Arabia, y “La Meca”, no era más que un gran templo plagado de ídolos, siendo sus habitantes traficantes y usureros, capaces de comerciar con la vida del hombre para ganar unos pocos dirhams o dinares.

La vida difícil que llevaban los beduinos y aquellos que se dedicaban a la crianza y comercio del ganado, acompañada por el feudalismo despiadado, hacía sufrir a la gente de la Península Arábiga.

La crisis económica que se derivaba de la explotación de aquellos que gobernaban y las bandas de usureros, habían terminado con el significado de la vida del hombre y oscurecido el horizonte de la prosperidad de la sociedad.

Aquel grupo de usureros acomodados que se dedicaban al comercio en La Meca había logrado reunir, por caminos ilegales, una gran riqueza estafando a los débiles. Y en realidad día a día, por medio de la usura y explotaciones tiránicas, incrementaban más la diferencia de niveles.

Las tribus de Arabia, a raíz de su ignorancia y falta de cultura, en esa época se dedicaban más a adorar fenómenos naturales e ídolos; y “la Ka‘bah” –erigida por el Profeta Abraham(P) y por su hijo Ismael para adorar al Dios Único– se había convertido en una pagoda.2

Cada una de las costumbres y sistemas morales-sociales desagradables de la Península Arábiga eran, por sí mismas, suficiente para destruir la grandeza de un pueblo. Las perversidades antihumanas de los árabes antes de la aparición del Islam, habían creado una situación: “cuyo fruto era la corrupción y perversidad, su alimento la carne corrompida, su lema el miedo y temor, y su lógica y razón la espada”.

Los árabes vivían en el error y sostenían la creencia de que aquellos que eran árabes genuinos y corría sangre árabe por sus venas eran superiores –en otras palabras el nacionalismo de nuestra época-, idea que se había convertido en la doctrina de los árabes de ese entonces.

Entre los mismos árabes también se enorgullecían de sus riquezas y la cantidad de hijos que poseían, cuantos mayores eran éstas, mayor era el engreimiento de la tribu.

El despojo, el robo, la barbarie, las injusticias, las transgresiones y las traiciones eran valorados como cualidades; y asesinar a alguien significaba valentía y heroísmo.

Consideraban a las hijas como una desgracia y por temor a la pobreza, mataban a estas inocentes o las enterraban vivas.

En caso de que dieran la noticia a un árabe de que su mujer había dado a luz a una niña, enrojecía de ira, se alejaba de la gente y se ponía a meditar que hacer con esa cría, si soportar la desgracia y cuidar de ella o enterrarla viva y deshacerse de esa deshonra.3

El Imâm ‘Alî (P) en su inmortal obra “Nahÿul Balâgah” describe la situación del hombre árabe de la siguiente forma:

“…Recordáis ¡Oh, grupo de árabes! Cuándo venerabais a los ídolos y vivíais en pésimas condiciones en los ardientes desiertos. Morabais en lugares pedregosos llenos de víboras que no temían a los ruidos. Ingeríais aguas turbias y pestilentes, os alimentabais de comidas desagradables, derramabais vuestras sangres, os alejabais de la familia y los ídolos se imponían entre vosotros. Y nunca hacíais nada por evadir el pecado…” 4

Así fue, los árabes vivían en una situación llena de corrupción y destrucción, y a raíz de las malas enseñanzas y el retroceso cultural se habían convertido en salvajes, ladrones y viciosos. Al igual que la mayoría de la gente del mundo habían fundado su religión en mitos e historias ridículas, así como en creencias carentes de fundamentos.5

Es evidente que para modificar los fundamentos de una sociedad como tal, exigía una profunda revolución ideológica que trasformase los hábitos y costumbres de ésta.

No obstante, el líder de este movimiento y revolución debía ser un hombre celestial y enviado por Dios Todopoderoso para que se mantuviese alejado de cualquier agresión o conveniencias, y bajo el nombre de “purificar” no exterminase a sus enemigos personales por sus intereses propios, sino que se esforzase en la reforma de éstos, y únicamente trabajase en el sendero de Dios para el bienestar de la gente y avance de la sociedad.

Sin duda alguien que carece o posee en poca medida valores morales y espirituales y que no es dueño de un profundo conocimiento del alma humana, es imposible que reforme a la sociedad y salve a un pueblo.

Únicamente los enviados o líderes celestiales son capaces, mediante revelaciones e inspiraciones divinas de hacer cambios profundos en el ser humano y en la sociedad, y construir los cimientos de la dignidad del individuo.

Ahora debemos analizar qué características poseía el hombre que realizó esa profunda revolución y qué reformas creó en el mundo.

  • 1. Historia de Will Durand, t.I – p. 95 y 301, t.IV – p. 304, t.VII – p. 95.
  • 2. Nahÿ Al Balâgah, Jûîî, t.II, p.173; Târîj Yâma‘ Adîân, p. 479, traducción de ‘Alî Asghar Hikmat.
  • 3. Extraído del Sagrado Corán, Sura An-Nahl, 16:58 y 59, y Sura Al-Isrâ’, 17:31; Tafsîr Al-Mîzân, t.XII, p.294.
  • 4. Nahÿ Al Balâgah, ‘Abduh, primera parte, editado en Damasco, p.66 y Nahÿ Al Balâgah, Faîdul Islâm, t.I, p. 83, Sermón 26.
  • 5. Dâ’rat Al-Mu‘ârif, ter.ed., p. 255.

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