La Conformación de Coaliciones Como una Estrategia Importante en el Éxito Profético

by Katie

SHAFAQNA – Me refugio en Allah de Satanás el repudiado. En el nombre de Allah, el Más Compasivo, el Más Misericordioso. Alabado sea Allah, el Cariñoso, el Justo. Y la paz sea con el mejor de los profetas y mensajeros, Muhammad ibn ‘Abd Allah, al igual que para su familia y Compañeros fieles.

Tengo el agrado de participar en la Conferencia Anual de la Sira o Vida del Profeta en Sound Vision. Quiero agradecer la realización de este evento a todos los involucrados, incluidos el Imam Abdul Malik Mujahid y el Imam Musa Azam. También quiero agradecer a todos los oradores por compartir su tiempo y conocimiento con la comunidad, especialmente al Honorable señor Nazir Ahmed. Asimismo, agradecer a todos ustedes, es decir, el público, por dedicar parte de su tiempo fuera del horario de trabajo a estas cuestiones intelectuales y espirituales. Veamos….

Se me ha invitado para abordar un tema de preocupación puntual y de importancia universal: “La Conformación de Coaliciones Como una Estrategia Importante del Éxito Profético”. Todo lo que puedo decir es masha’ Allah, en el buen sentido (que Dios lo acepte), no en el sentido de “¡Dios mío!” Es evidente que para esta conferencia se seleccionaron temas fundamentales para su estudio. Aunque hago exposiciones de profundidad académica, de nivel de posgrado, hoy opto por la claridad y la sencillez.

Los musulmanes necesitamos conocer a Muhammad ―la paz y las bendiciones sean con él―. Los no musulmanes deben conocer a Muhammad la paz y las bendiciones sean con él―. Por desgracia, algunas de las biografías de nuestro amado Profeta ―que Allah lo bendiga y le conceda la paz― nos perjudican de cierta manera. Se ocupan de la cronología de los hechos con un énfasis excesivo en guerras y batallas. Se presenta en gran medida al Profeta como un director ejecutivo o un comandante militar. Algunas biografías están llenas de detalles aburridos y tediosos. Otras, llenas de acción, hablan muy poco de él como persona, como marido, como padre, como amigo, como ser espiritual y ético, como líder comunitario y como constructor de coaliciones.

 

El Mensajero de Allah ―quiera Dios llenarlo de bendiciones y paz― era un ser humano completo y total. Tenía muchas dimensiones. No cabe ninguna duda que era un guerrero así como legislador, juez, jurista, líder político, líder religioso, filósofo, orador, economista, abolicionista, sufragista, activista por los derechos civiles, activista por los derechos humanos, activista por la justicia racial, social y económica. Era un demócrata, un defensor de la democracia (no un miembro del partido demócrata), un proponente del pluralismo que creó una Confederación de Creyentes basado en la Constitución de Medina y en los Pactos del Profeta.

Teniendo todo esto presente, no debe sorprendernos que Michael H. Hart calificase a Muhammad como la figura más influyente en la historia humana. Dijo: “Resulta históricamente de una efectividad incomparable, tanto a nivel religioso como secular”.

¿Cómo es posible que una persona pobre, iletrada, huérfana, de un lugar aislado en Arabia, pudiese llegar a convertirse en uno de los líderes más poderosos del mundo con miles de millones de creyentes (en su religión)? Los islamófobos ignorantes, de corazón endurecido y sembradores del odio, responden deliberadamente que eso se hizo mediante “la violencia, el derramamiento de sangre, el terrorismo y el asesinato en masa”. Baraka bi al-kudhub. Kafa min al-kidhb. Terminemos con las mentiras. No es que el Profeta recibió la revelación, proclamó su profecía y luego impuso su autoridad por la fuerza. Si Muhammad, el hijo de ‘Abd Allah, tuvo éxito, fue porque era un genio de la comunicación y gran constructor de coaliciones.

Puede ser que algunos se sorprendan al enterarse que el desarrollo de acuerdos y coaliciones por parte de Muhammad comenzase antes que se le presente el Arcángel Gabriel en la Montaña de la Luz. Se ha convertido en un dogma que Muhammad solo dejó Arabia en dos ocasiones: una vez aún niño, en compañía de su tío Abu Talib; otra vez siendo un hombre joven al servicio de Khadijah. Tal creencia no se basa en evidencia. Fuentes musulmanas y cristianas tempranas confirman claramente que Muhammad era un gran viajero, partícipe de caravanas que se dirigían a Arabia, Yemen, el Sinaí, Egipto, Palestina, Siria, Irak, Persia, Armenia, Abisinia, parte de los imperios romano y bizantino e incluso, posiblemente, al norte de África y a la Península Ibérica. No lo aseguro. Simplemente comparto lo que mencionan fuentes tempranas.

Los monjes de los monasterios a lo largo del Gran Oriente Medio afirman que estuvieron en contacto con Muhammad, tanto en su niñez como en su adolescencia. Muchos de esos monjes ―de Egipto, el Sinaí, Siria y más allá― reconocieron a Muhammad como el Profeta anunciado en las profecías en su poder. Los monjes del Monasterio de Santa Catalina en el Sinaí le pidieron a Muhammad que los protegiera cuando diese a conocer su misión profética. Se dice que Muhammad les dejó la palma de su mano impresa como promesa de tal cosa. Por la voluntad de Dios y según su Plan Maestro, parece que Muhammad estaría poniendo los fundamentos de su futura misión.

 

Ya en su tierra ―Arabia― Muhammad también ganó el respeto y la confianza de los pueblos árabes. Cuando la Ka’bah debió ser reconstruida y se preguntó quién volvería a poner la piedra negra en su lugar, los árabes se dirigieron a Muhammad al-Amin, el Digno de Confianza, para resolver el dilema. Este colocó la piedra sobre una manta, hizo que los líderes de cada tribu la tomasen por sus bordes y la levantasen. Llevándola así la condujeron a su lugar. Los árabes se peleaban debido a su falta de ética en los negocios. ¿A quién llamaban para resolver los entredichos? A Muhammad, la persona que generó una institución para establecer relaciones comerciales justas. Fue conocida como Hilf al-Fudul (la Liga de los Virtuosos) y los líderes tribales decidieron respetar los principios de justicia e intervenir colectivamente para ponerlos en vigor cuando se presentasen querellas. No obstante que este evento tuvo lugar antes de que Muhammad recibiese la revelación y que los partícipes no eran musulmanes, se considera un precedente importante en la ética islámica. Años más tarde, cuando Muhammad ibn ‘Abd Allah se convirtió en Muhammad Rasul Allah, insistió en que el pacto seguía siendo válido y vinculante.

Después de que Muhammad recibiese innumerables bendiciones de Allah y la revelación en la Montaña de la Luz, se dio inicio a la tradición islámica de forjar coaliciones. ¿A quién llamó el Profeta? ¿A los ricos? ¿A los poderosos? No. Antes que nada a su familia. Luego a sus amigos. Se centró en la construcción de una comunidad pequeña y espiritualmente fuerte. Cuando tuvo el apoyo de los que estaban cerca de él, Allah le dijo andhira ‘ashirataka al-aqrabin (“advierte a tus parientes más cercanos” ―26:214―). Por lo tanto, buscó el permiso de los jefes tribales para predicar en el Monte al-Safa. Accedieron a escucharlo porque nunca le habían oído mentir.

Por desgracia, los árabes de la tribu de Quraish respondieron hostilmente a su mensaje pacífico, no violento, que se centraba en la fe y en la justicia. Finalmente, la persecución se hizo tan aguda que el Profeta planteó enviar a sus partidarios a Abisinia, la tierra de un rey cristiano justo donde nadie era agraviado. Si se revisa la correspondencia entre Muhammad, el Mensajero de Allah ―la paz y las bendiciones sean con él― y al-Najashi, llama la atención su tono familiar, en contraposición con el formal. El Profeta habló con el líder abisinio ―quien aparentemente practicaba la fe judeocristiana― como si fueran amigos. Parece que, a todos los efectos, ambos se conocían y respetaban. De ser así significa, una vez más, que hacía tiempo que Muhammad construía alianzas. Gracias a ello muchos Compañeros del Profeta encontraron refugio en Abisinia en el año 615 C.

Fuentes musulmanas y cristianas tempranas dicen que en el año 619 C. el Profeta ―Allah le bendiga y le conceda paz― recibió a una delegación de cristianos en Meca, varios años después de la primera emigración a Abisinia y varios años antes de la segunda emigración a Medina. La delegación era de cristianos armenios de Jerusalén, quienes durante mucho tiempo estuvieron esperando la aparición de un profeta árabe. Sabían que la fe de éste se expandiría por el mundo. Sabían que esa persona los liberaría de la opresión de Bizancio. Por lo tanto, le pidieron que proteja su fe cristiana y les conceda la posesión de los lugares santos en Jerusalén. Este documento sobrevive hasta ahora y fue ratificado por Omar, ‘Ali y Salah al-Din, entre muchos otros.

Como resultado de la amplia vinculación epistolar y los esfuerzos diplomáticos de sus enviados, el Mensajero de Allah fue capaz de concluir el Compromiso de ‘Aqabah y pudo emigrar a Medina junto con la mayoría de sus seguidores perseguidos. ¿Quién guió al Profeta a Medina? ¿A quién eligió para que lo lleve a un lugar seguro? ¿A un musulmán? No. ¿A un cristiano? No. ¿A un judío? No. El Profeta confió su vida a un politeísta árabe. ¿Por qué el guía se arriesgó a que le cayera encima la ira de su propio pueblo politeísta? Porque conocía al Profeta como persona. La humanidad triunfa sobre la religión.

El Profeta Muhammad no se impuso sobre la gente de Medina sino que fue invitado por la misma. Fue un líder aclamado popularmente a quien se le pidió que actuase como mediador entre los judíos y los politeístas de la próspera ciudad-oasis. En esa época los musulmanes eran unos pocos centenares, en tanto que los no musulmanes eran decenas de miles. La gente de Medina no se convirtió por la fuerza, no fue obligada a transformarse en protegida bajo la amenaza de ser asesinada. Los habitantes de Medina fueron sumándose de a poco al Islam en el transcurso de los años. Algunos, sin embargo, permanecieron judíos, leales y aliados de los musulmanes. Por lo tanto, no caigamos en generalizaciones.

¿De qué modo el Profeta consolidó entonces su poder en Medina? Ciertamente, no fue por la fuerza, como lo señala Allah Todopoderoso en el Corán: “En materia de religión no hay compulsión” (2:256). Lo hizo por medio de la shura’ (consulta): wa shawirhum fi al amr (“Consulta con ellos en la materia” ―3:159―). Como Allah Todopoderoso confirma en el Corán, el método correcto de construcción de la comunidad consiste en la consulta. Los creyentes son quienes “… se consultan mutuamente…” (amruhum shura ―42:38―).

Según el Corán, el Profeta ―la paz y las bendiciones sean con él― hizo consultas con la comunidad en Medina. Se reunió con líderes tribales y de la fe. Deliberó con ellos. Entonces, bajo su liderazgo, pero en colaboración con no musulmanes, creó y promulgó el Pacto de Medina. Se trata de la primera Constitución en la historia de la humanidad que considera a todas las personas iguales, independientemente de la religión, tribu, raza, género o clase social de cada uno. El Pacto de Medina proclama: “Son una comunidad [o ummah]” y que “las condiciones deben ser justas y equitativas para todos”. Politeístas, judíos y musulmanes debían contribuir de igual manera a la defensa de la comunidad o ummah.

 

Los derechos religiosos de la Gente del Libro fueron protegidos, cosa que se proclama: “Judíos y musulmanes tienen, cada uno, su religión”. “Al judío que nos acompaña le corresponde la ayuda y el trato igualitario ” y “No será perjudicado ni se ayudará a sus enemigos”. Incluso los musulmanes estaban obligados a proteger y defender a los aliados de los judíos: “Los amigos cercanos de los judíos son como ellos mismo”. A los enemigos de la ummah, es decir, los paganos de Quraish, que perseguían a los musulmanes y no musulmanes que seguían al Profeta, no debía dárseles ningún tipo de protección. Todos los miembros de la comunidad (ummah) “están obligados a hacer la paz y mantenerla”. Sin embargo, en el caso de que fuesen atacados por enemigos de ambos, era necesario que se uniesen en la defensa de la comunidad.

El Pacto de Medina estableció el estado de derecho en un pueblo sin ley: “Si surge cualquier diferencia debe ser referida a Allah y a Muhammad”. Las enseñanzas de la Torah, el Evangelio y el Corán, se convirtieron en la ley de la tierra, rigiendo sus respectivas comunidades. El Profeta iba a supervisar su aplicación imparcial. Él era el árbitro final.

La palabra del Profeta Muhammad continuó propagándose a las cuatro esquinas del mundo. Una delegación de monjes del Monasterio de Santa Catalina visitó al Profeta en Medina en el segundo año de la Hégira y le recordaron su promesa de protección. Allí, en su mezquita en Medina, el Profeta ―la paz y las bendiciones sean con él― dictó a ‘Ali el ‘ahd al-nabi, el ‘ahd nabawi, el ashtinameh (el Pacto del Profeta Muhammad con los Monjes del Monte Sinaí), los cuales garantizaban la libertad de religión, la protección de los establecimientos religiosos, la exención de impuestos a los sacerdotes, monjes y monjas y la prohibición de las conversiones forzadas.

El Mensajero de Allah ―lo bendiga Allah y le conceda paz― proporcionó la misma protección a la Gente del Libro en todo el Gran Oriente Medio. Protegió a los cristianos de Najran, Aylah, Egipto, Siria, Persia, Armenia y el mundo. Protegió a los samaritanos en Palestina. Protegió a los judíos de Yemen y Maqnah. También protegió a los zoroastrianos.

Nada de esto es nuevo. Nada de esto es del “Dr. John Andrew Morrow” o algún revisionista del Islam. Todo esto es auténtico y confirmado por las primeras fuentes judías, samaritanas, cristianas y musulmanas, tanto sunitas como shiitas. No lo invento. Léanlo ustedes mismos. Lean la Constitución de Medina. Si saben árabe, lean Majmu’ah al-Watha’iq al-siyasiyyah li al-‘ahd nabawi wa al-khilafah al-rashidah del Dr. Muhammad Hamidullah, conocido erudito y académico occidental sunnita. Tiene casi mil páginas. Contiene centenares de cartas, tratados y pactos del Profeta. Exhibe claramente los impresionantes esfuerzos diplomáticos del Mensajero de Allah ―la paz y las bendiciones sean con él―. Lean Makatib al-Rasul, un comentario de la compilación de Hamidullah escrito por el respetado erudito shiita duodecimano Ayatullah Ahmadi Minyanji. Consta de cuatro volúmenes y tiene cerca de cuatro mil páginas. También pueden leer la traducción al árabe de mi trabajo titulado Uhud al-Nabi li Masihiyyi al-‘alampublicado por Dar al-Kutub al-‘ Ilmiyyah.

Si solo están familiarizados con el inglés, lean Power Manifestations of the Sirah (Pruebas de la Influencia de la Sirah) de Zafar Bangash, un intelectual sunnita de Canadá (Nota del traductor: la Sirah es la biografía del Profeta Muhammad). Proporciona un excelente análisis de los esfuerzos del Profeta con el objeto de desarrollar coaliciones y alianzas. Si ustedes desean entender de qué manera el Profeta se comprometió con los cristianos, les recomiendo mi trabajo Los Pactos del Profeta Muhammad con los Cristianos del Mundo. Si desean ampliar su comprensión de la forma en que el Mensajero de Allah construyó puentes de unión con la Gente del Libro ―judíos, samaritanos, cristianos― y con los zoroastrianos, lean El Islam y la Gente del Libro: Estudios Críticos Sobre los Pactos del Profeta, una enciclopedia de tres volúmenes que contiene tres docenas de estudios sobre el tema por importantes eruditos musulmanes junto con las traducciones de los Pactos del Profeta en inglés, francés, español, portugués, italiano, holandés, ruso, tamil, indonesio, urdu, persa, azerí, turco y árabe.

Allah es Justo. El Profeta era Justo. Y los musulmanes debemos esforzarnos por ser justos. La formación de coaliciones, alianzas es la clave del éxito.  Les envío saludos de paz y oraciones por el éxito y la prosperidad en esta vida y la próxima. Al-salaamu ‘ alaykum wa rahmatullahi wa barakatuhu.

Por: Dr. John Andrew Morrow

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