El Imam Sâdiq (a.s.) y el médico de la India

by Katie

SHAFAQNA – Uno de los amigos cercanos del Imam Sâdiq (la paz sea con él) llamado Mufaddal, envió una carta al Imam, en la que le decía: “Existe últimamente entre nosotros un grupo de gente que niega la existencia de Dios y habla y discute del tema con otros”. En ésta le pedía que respondiera a las dudas y argumentos que estas personas planteaban.
En su respuesta, el Imam Sâdiq (la paz sea con él) le escribió: “Una de las más grandes mercedes que Dios ha otorgado al ser humano es la de haberlo creado con la capacidad innata de conocerlo y, por ello, Le pidió confesar que tiene este conocimiento y Le envió un libro que es la receta para todo tipo de susurros, dudas, especulaciones y tentaciones. Juro por mi vida, que Dios no dejó de hacer nada que impida a esta gente ignorante llegar a conocerlo. Estas personas tienen ante sí el perfecto y maravilloso sistema de su propio ser, así como la creación de los cielos y la Tierra, que les manifiesta claramente la existencia de Quién los creó y ordenó.
Esta gente debe buscar los motivos de su negación de Dios en ellos mismos, pues son gente corrupta, débil o equivocada, que cometen distintas clases de pecados, siguiendo a sus pasiones e imaginación. Los deseos anulan su capacidad de elección y por tanta opresión están bajo el dominio de Satanás, y por esa causa Dios elimina de ellos la capacidad de aceptar la verdad.
Es sorprendente que una persona sostenga que no es posible conocer a Dios, cuando ve en sí mismo los signos de la creación y el orden preciso y minucioso de la existencia debería sorprenderse y anular sus objeciones.
Juro por mi vida que si esas personas observaran con atención la inmensa precisión de la creación y los procesos que tienen lugar en los seres vivos y la perfección con la que van pasando de una etapa a otra y de una forma a otra, llegarían a comprender la existencia de un Creador y Ordenador del Universo, ya que cada fenómeno posee una composición y un orden particular que indican la necesaria existencia de un creador y director lleno de sabiduría.
Respondiendo a su carta le relataré el encuentro que mantuve con algunas personas que negaban la existencia de Dios.
Había un médico en una ciudad de la India, que venía a visitarme con frecuencia y siempre debatía conmigo sobre sus creencias.
Un día, mientras preparaba un remedio de Halílah, fruto de un árbol que existe en la India, de color amarillo o negro, cuya forma y tamaño es semejante a un racimo de uvas, me dijo, volviendo a lo que habíamos estado conversando: “El mundo siempre existió y siempre existirá. Un árbol aparece y otro desaparece. Una persona nace y otra muere…”, con lo que quería decir que ningún argumento lógico confirmaba mi idea sobre la existencia de Dios y que la misma era una tradición heredada de nuestros ancestros y aceptada miméticamente por los más jóvenes, cuando el único camino para conocer la existencia es el que nos permiten los cinco sentidos.
Después dijo: “Teniendo en cuenta que el único camino para adquirir conocimiento es el de los sentidos ¿Qué camino utiliza usted para conocer a Dios?”
– El camino de la razón y de las pruebas que la razón proporciona -le respondí.
– La razón no percibe nada si no a través de los cinco sentidos, por lo tanto ¿Fue a través de los ojos como su razón percibió a Dios? ¿O fue por medio del oído que escuchó usted Su voz? ¿O Le percibió usted a través de algún otro sentido? -preguntó el médico.
– Antes de entrar en debate -le dije- le haré una pregunta. Usted niega la existencia de Dios, la cual yo reconozco. Sólo existe la posibilidad de que uno de nosotros esté en lo cierto y el otro se equivoque. ¿Existe otra posibilidad?
– No -dijo el médico.
-Si su creencia es correcta ¿Hay algún peligro para mí no creyéndola?
-No – me dijo.
– Si mi creencia es la correcta ¿No es evidente que no corro peligro alguno siguiéndola y no es evidente que usted, no siguiendo las leyes y ordenanzas divinas, prepara su propia desgracia y autodestrucción?
-Sí – reconoció el médico
– Por lo tanto, ¿Quién de los dos está más cerca de la salvación y quién actúa más inteligentemente de cara al futuro?
– Usted – aceptó el médico, pero su creencia en la existencia de Dios, se basa en la duda y la vacilación y mi creencia de que Dios no existe, se basa en la sabiduría y la certeza, ya que, lo que no puede ser percibido con los cinco sentidos, no existe, y a Dios no se le puede percibir con ninguno de ellos.
– Dado que no puede usted percibir a Dios con los cinco sentidos, niega Su existencia, pero yo, precisamente porque no puedo percibirlo con los cinco sentidos, reconozco su existencia, creo en ella y así lo manifiesto.
– ¿Cómo es eso? se interesó el médico.
– Porque lo que se puede percibir con los cinco sentidos, como por ejemplo: los cuerpos, los colores y las voces, está sometido a cambios y tiene un final, y no es posible que el Creador, tal así como la criatura sea transitorio y perecedero.
– Lo que usted dice son sólo palabras. – respondió el médico- Quiero una razón que demuestre la existencia de Dios. Yo creo que el único camino para conocimiento son los sentidos y sin ellos es imposible que la razón perciba algo.
– La misma crítica y duda que usted plantea contra mí, se vuelve contra usted, ya que usted mantiene que lo que no perciben los sentidos no existe.
– No entiendo ¿Cómo es eso?- preguntó el médico.
– Usted ha dicho que mi argumento sobre la existencia de Dios no tiene lógica. Yo le hago a usted la misma crítica, ya que no hay ninguna prueba sobre la inexistencia de Dios. Imaginemos que lo que usted dice es correcto y lo que no pueda percibirse por los sentidos no exista ¿Acaso ha buscado usted a Dios por todas partes y no acepta Su existencia por no haberlo encontrado, percibido o sentido en ningún lugar?
– No- reconoció el médico- No he realizado tal búsqueda exhaustiva.
– Entonces ¿Que sabe usted? Quizás su razón niegue las cosas que sus sentidos no han percibido y que, por lo tanto, usted desconoce, aunque posiblemente existan.
– No se- respondió el médico confuso- Quizás, en aquellos lugares donde no he buscado, exista un Administrador, o quizás no.
– Entonces, retira usted sus primeras palabras, cuando decía que tenía certeza que Dios no existía, porque ahora dice usted: Quizás sí, quizás no. De ese modo abandona usted el camino de la negación de la existencia de Dios, para pasar al campo de la duda. Ahora, tengo esperanzas de que pase usted del campo de la duda al del conocimiento de Dios.
– ¿Cómo podré tener certeza de un Dios que mis sentidos no pueden percibir? Inquirió el médico.
– Por medio de ese remedio de Halílah que está usted preparando.
– De ser así, el asunto quedaría mejor establecido, ya que sería una prueba experimental y, por lo tanto, aceptable por la ciencia.
– También quiero utilizar la semilla de Halílah para demostrarle la existencia de Dios, ya que es lo que más cerca está de usted. Si hubiese alguna otra cosa más próxima a usted, lógicamente, la tomaría como ejemplo, ya que cada cosa que tomemos como ejemplo, posee elementos particulares que nos evidencian su condición de cosa creada… ¿Ve usted ese fruto de Halílah?
– Sí- dijo el médico.
– ¿Puede usted observar lo que hay escondido en el interior de ese fruto?
– No, mientras no lo vea- dijo el médico.
– ¿Acepta pues que este fruto tiene una semilla que usted no ve?
– No lo sé. Hasta que no lo vea ¿Cómo puedo saberlo? Quizás no tenga nada dentro -argumentó el médico.
– Pero ¿Acepta usted que la cáscara del fruto esconde algo en su interior: la pulpa del fruto o alguna otra cosa, que por ahora no se ve?
– No lo sé -dijo el médico- Hasta que no vea lo que hay en el interior del fruto, no sabré si hay algo o no.
– Está bien, pero ¿Acepta usted que este fruto de Halílah brota de la tierra?
– Sí, porque he visto el árbol saliendo de la tierra -dijo el médico.
– ¿Y no le indica eso la existencia de otros árboles y frutos de Halílah, que ahora no ve?
– No lo sé. Quizás en el mundo no exista ningún otro fruto de Halílah, aparte de éste. Si veo otro, aceptaré su existencia -argumentó el médico.
– Dígame ¿Acepta que este fruto de Halílah proviene de un árbol o afirma usted que existe sin que un árbol lo haya producido?
– No, sin duda que lo produjo un árbol -aceptó el médico.
– ¿Ha percibido con los cinco sentidos ese árbol que no se encuentra presente ante usted?
– No, nunca lo he visto – reconoció el médico.
– Entonces, confiesa usted la existencia de un árbol que no percibe a través de ninguno de los cinco sentidos, cosa que antes negaba.
– Es cierto que no he visto ese árbol -reconoció el médico- pero mantengo que ese árbol y su fruto, así como todas las cosas que existieron anteriormente, podría haberlas percibido por medio de los cinco sentidos, pero el Dios que usted pretende que existe, nunca fue percibido por los sentidos ¿Qué me responde a eso?
– Bien ¿Vio usted el árbol de Halílah antes de que apareciera su fruto?
– Si -dijo el médico.
– En ese momento ¿Estaba el fruto en el árbol?
– No -respondió el médico.
– Así pues ¿No es cierto que una vez vio usted el árbol sin su fruto y después de un tiempo lo vio de nuevo y descubrió que tenía ese fruto? Vio por tanto en él, algo que antes no existía.
– No niego la aparición en el árbol del fruto de Halílah, pero mantengo que, antes de ser fruto, sus elementos estaban repartidos en diversas partes del interior del árbol -argumentó el médico.
– Dígame ¿Vio usted la semilla de Halílah de la cual surgió ese árbol, antes de ser plantada?
– Sí -dijo el médico.
– ¿Acepta usted la posibilidad de que este árbol, con su tronco, sus raíces, ramas, corteza, frutos, hojas, etc. existiera previamente en la semilla de la cual brotó?
– No, la razón no acepta esa posibilidad y el corazón tampoco -afirmó el médico.
– Entonces, todas las partes que hemos nombrado, se han producido en el mismo árbol.
-Así es -dijo el médico- Pero ¿cómo deduce usted que el fruto que produce el árbol tiene un Creador? ¿Puede usted demostrarlo?
– Si, pero habrá usted de prometerme que al ver el orden reconocerá usted al creador y al descubrir el diseño aceptará usted al diseñador.
– Lo acepto, no existe otra posibilidad -afirmó el médico-.
– ¿Sabe usted que este fruto adquirió su forma con dimensiones específicas, colores y compuestos especiales? ¿Y sabe usted que sus distintos compuestos y colores están situados en lugares determinados? por ejemplo, el blanco en lo amarillo, lo blando sobre lo duro ¿Y que cada una de sus capas posee particularidades específicas? El árbol tiene agua en su corteza y este agua es absorbida por las raíces que hacen llegar esa agua al interior del fruto. Las hojas son como un vestido que lo protege del calor, del frío y del viento, que arruinaría su belleza.
– ¿No sería mejor que las hojas cubrieran el fruto? -preguntó el médico.
– Es mejor como lo planeó Dios. Si fuese como usted dice, la brisa no llegaría al fruto para hacerlo hermoso, ni tampoco le llegaría el frío que lo endurece y éste se pudriría. Como no le llegaría la luz del sol, no se terminaría de formar ni madurar. Siendo como es, unas veces recibe el sol y otras veces el viento y el frío, hasta que se desarrolla. Todas estas circunstancias fueron establecidas por Dios con Su poder prudente y Su sabia planificación.
– Lo que usted me dice es suficiente para conocer por qué es así el árbol de Halílah. Explíqueme ahora, tal como me prometió, cuál es la planificación existente en el fruto -pidió el médico.
– ¿Ha observado ese fruto antes de que alcance su madurez y desarrollo, cuando era una pequeña semilla sin otra cosa dentro más que agua; cuando aún no tenía dentro semilla, ni pulpa, ni color, sabor o dureza?
– Sí, lo he visto – dijo el médico.
– Dígame ¿Si un planificador prudente, sapientísimo y poderoso, no hubiera intervenido en la formación de esa pequeña semilla que no tenía más que agua, cómo es posible que se hubieran formado sus distintas partes con sus respectivas características? Si un artista planificador no hubiese diseñado y planificado la existencia del fruto de esa semilla, en ella, como mucho, hubiera aumentado la cantidad de agua, pero nunca hubiera podido crear un fruto completo.
– Reconozco la existencia de un planificador y constructor del fruto -dijo el médico- Esto se ve claramente por medio de sus explicaciones. Y no solamente en lo que hace a este fruto sino en lo que hace a todos los seres existentes. Pero esto no significa reconocer la existencia de Dios ¿Por qué no pueden ser, el fruto de Halílah y el resto de los seres, sus propios planificadores y constructores?
– Considerando el preciso sistema y el prudente orden que ha observado ¿No acepta que el constructor del fruto de Halílah y del resto de los seres debe ser sapientísimo?
– No – dijo el médico, indiferente.
– ¿No ha observado usted el momento en el que el fruto brotó y luego, cuando se secó y destruyó totalmente?
– Sí -contestó el médico- pero tenga en cuenta que yo reconocí que el fruto es un fenómeno que ha venido a la existencia, pero no dije que el planificador no pueda ser también un fenómeno cambiante que no pueda crearse a sí mismo.
– Al principio, usted dijo que el creador sabio no podía ser algo contingente y, posteriormente, afirmó que la Halílah era un ser contingente, la conclusión de ambas afirmaciones es que la Halílah es creada y que Dios, Poderoso y Majestuoso, es el Creador y Constructor. Pero si ahora se vuelve atrás y dice que la Halílah se construyó a sí misma, afirma usted lo que antes negó, es decir: que el creador es un fenómeno accidental. Además, cuando reconoce la existencia de un constructor Prudente y Sapientísimo, está usted reconociendo la existencia de Dios, pero se equivoca al darle nombre.
– ¿Qué quiere usted decir? -preguntó el médico.
– Usted afirmó la existencia de un ser sabio y preciso, pero cuando le pregunto su nombre dice usted que es la Halílah, por lo tanto reconoce usted la existencia de Dios pero se equivoca al ponerle nombre. En lugar de llamarle Dios le llama usted Halílah, pero, si observa detenidamente, se dará usted cuenta que el fruto de Halílah es un ser demasiado inferior como para crearse a sí mismo y que es demasiado débil para ser su propio planificador y creador.
El médico, sin saber qué responder a esto, preguntó:
– ¿Tiene usted algún otro argumento, además del mencionado?
– Sí. En base a lo que usted dijo, el fruto deberá ser su propio ordenador, planificador y administrador, y deberá saber cómo construirse a sí mismo, entonces ¿Por qué se hizo pequeño y débil en lugar de hacerse irrompible e impedir así que se lo coman? ¿Por qué se dotó de una piel susceptible de ser comida, amarga, poco vistosa y seca?
– Porque no tenía poder para más, o puede que lo tuviese, pero quisiera construirse así -respondió el médico.
– Dígame ¿En qué momento la Halílah se construyó a sí misma y planificó su existencia? ¿Antes de existir o después de existir? Si responde usted que fue después de existir, ello resulta claramente imposible. ¿Cómo puede ser que el fruto exista y después planifique su venir a la existencia? En ese caso, se habría planificado dos veces, cuando decidió existir y después de existir y habría tenido dos existencias y dos construcciones.
Si dice que se ha creado y diseñado antes de venir a la existencia, esto es igualmente imposible y tan evidente que no necesita explicación, ya que, antes de su existencia, el fruto de Halílah no era nada. ¿Cómo es posible que critique mi afirmación de que alguien que existe creó algo que no existía y no se autocritique por mantener que lo que no existe creó lo que existe? Observe bien y vea cuál de las dos opiniones está más cerca de la realidad y de la verdad. (Ver la continuación en archivo pdf)

Fuente: DEBATE LIBRE EN EL ISLAM
Editorial Elhame Shargh
Fundación Cultural Oriente

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